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jueves, 25 de julio de 2013

El asesino del espejo

Día 1
Por fin puedo decir adiós a la medicación que me tuvo aprisionado tanto tiempo. Soy libre, libre de hacer lo que quiera con mi vida. Escapar de esta sociedad asquerosa que se cree perfecta por sí misma, del dinero y los vicios. Sólo me queda buscar un lugar alejado donde olvidarlo todo, desde el móvil hasta el día en el que vivo y ser feliz de una puta vez.

Día 2
He encontrado el lugar ideal para pasar una muy larga estancia. Será en una pequeña isla en mitad del pacífico totalmente incomunicada. Según el anuncio tiene cabañas individuales en primera línea de playa con velas por iluminación y agua potable. Creo que no necesito más.

Día 3
Me ha hecho falta cobrar algunos favores que me debían pero ya tengo pagado el viaje y la estancia.

Día 4
Voy a comprar algunas cosas y me pondré a preparar la maleta. Mañana salgo en avión desde Madrid directo a Hawái.

Día 5
Ya he subido al avión. Espero que la Biodramina haga efecto ponto sino quiero arrepentirme de ir hacia la otra punta del mundo.
Han pasado doce horas desde que salimos del aeropuerto y se han acabado las pastillas. Estoy empezando a perder la paciencia. Las turbulencias regresan cada vez con más fuerza.
La azafata acaba de anunciar que queda una hora de viaje. No puedo estar sentado ni un segundo, más necesito hacer algo.
He contado cuarenta y nueve filas en el avión y catorce asientos libres. Cincuenta y tres niños con demasiadas energías a estas alturas, trescientos diecinueve mujeres y ciento cuatro hombres. Tres puertas de emergencia y noventa y cuatro ventanillas.
Por fin tocamos tierra después de más de dieciséis horas de vuelo.

Día 6
Apenas he dormido esta noche pero me siento vivo y con energía. En unos minutos me recogerá un taxi para llevarme al puerto donde espera un barco para ir a la isla.
Están repartiendo los billetes y resulta que no soy el único que va a pasar unas vacaciones a las cabañas de la playa…
El camarote no es demasiado grande pero las aguas están bastante agitadas y las cosas no paran de moverse de lado a lado.
Son casi las tres de la tarde y por fin hemos atracado en el embarcadero de la isla.

Día 7
La cabaña está mejor de lo que me imaginaba, hasta tiene un baño completo y totalmente a punto. Aún no he tenido tiempo de ver demasiado de la isla, por lo que esta mañana saldré a dar una vuelta.

Día 8
Localicé tres cabañas más en la isla pero nada más de civilización. Me encanta eso. Tengo el silencio y la tranquilidad que tanto anhelaba en mis manos; y me encanta.

Día 9
El silencio ha durado demasiado poco. Una familia al completo resulta haber venido de vacaciones con sus dos hijos y los gritos se suceden uno tras otro.
Estoy adentrándome en el bosque de la isla. Parece no haber sido pisado por ningún hombre durante muchos años. Los pájaros cantan, las hojas crujen a mi paso, los ermitaños se esconden en la sombra de los árboles y el sonido de la naturaleza permanece virgen desde antaño.
Una mujer de una segunda cabaña nos ha invitado a cenar unos peces que ha pescado a todos los que estamos en la isla y, aunque no me gustan demasiado las reuniones vecinales, la señora ha insistido hasta que acabamos aceptando todos.

Día 10
Anoche conocí definitivamente a mis vecinos. Son la familia de ayer, la señora que nos invitó a comer y otro señor de edad avanzada que no parecía tener mucha intención de hablar. La cena se alargó demasiado a mi gusto y pronto regresé a la cabaña para descansar un poco.
Empieza a nacer el Sol por el horizonte pero las fuerzas no surgen de ningún rincón de mi cuerpo. Seguiré soñando con mi anhelado silencio mientras la gentuza que tengo por vecinos calla sus gritos.
Han entrado a mi cabaña con el pulso acelerado y la voz temblorosa, la señora y el matrimonio, rogando entre lágrimas que acuda a su cabaña. Salimos todos corriendo por la arena. No me cuentan qué pasa, sólo gritan que entre e intente hacer algo por “ellos”. Me falta el aire cuando entro por la puerta. Mis piernas toman el control y se dirigen directamente hacia la habitación de la derecha. Allí estaba con cara pálida el viejo de anoche  orientando su apagada mirada hacia dos cuerpos muertos. Eran los niños de la familia.

Día 11
Desde ayer nadie ha logrado pegar ojo. Estamos totalmente incomunicados, hay un asesino vagando por la isla y cada cantar de pájaro o silbido del viento es motivo para ponernos en alerta.

Día 12
Llevamos más de dos días sin salir de la cabaña y el miedo comienza a convertirse en pánico. Estar todos juntos parece dar mayor seguridad al principio, pero, ¿y si el asesino entra cuando estemos todos dormidos?

Día 13
El agua empieza a escasear y decidimos ir a la fuente el viejo y yo. Aún es de día, pero el cielo comienza a cubrirse de nubes negras en el horizonte por lo que hemos de darnos prisa.

Día 15
Me duele mucho la cabeza. La señora dice que llevo unos días en reposo aunque no recuerdo nada. Mencionan que me encontraron hace dos noches tirado cerca de la cabaña con una gran brecha en la cabeza e inconsciente. Desde entonces no había abierto los ojos ni movido un músculo.
He preguntado donde está el viejo, pero no saben nada de él desde que salimos a por agua potable.

Día 16
Han ido a por agua y más comida. Yo ya puedo levantarme sin problemas y parece que la herida comienza a sanar poco a poco.
Salimos todos juntos hacia el muelle en busca de algún teléfono o algún aparato para poder comunicarnos con la civilización. Necesitábamos salir de allí cuanto antes o nos matarían.
Había un pequeño bote de remos amarrado en el muelle. La señora no ha dudado en subir a él. Ni el matrimonio ni yo hemos montado. Ellos no iban a dejar a sus hijos en la isla y yo no quería morir por deshidratación en la barca. Al final la señora se fue remando hacia donde su corazón le dictaba en busca de algo casi imposible de conseguir.

Día 17
Aún no comprendo por qué se fue hacia una muerte segura con sólo dos remos, y eso me está volviendo loco.
Ellos no separan la vista del horizonte soñando divisar a lo lejos un barco o avión que nos pueda ayudar pero no hay más que olas que resuenan en la orilla de un mar en calma.
Tengo más miedo que nunca. Estamos solos en mitad de ninguna parte con algún depravado que ha asesinado posiblemente a tres personas, y sólo podemos esperar a que llegue nuestra hora.

Día 18
Dejar de tomarme la medicación empieza a convertirse en un problema. Las alucinaciones regresan y los puntos negros cada vez son más continuos. Pero aún estamos vivos.

Día 19
Esta noche no puedo dormir y he decidido quedarme hasta el amanecer de guardia para que puedan descansar ellos. Aunque dicen que están bien, sus ojos no parecen contrastarlo.

Día 20
Ayer me quedé dormido en mi turno de guardia y la cabaña ha amanecido cubierta de sangre. El hombre está muerto en el baño y su mujer apuñalada en la cama. El asesino ha regresado y yo he sobrevivido, aún no sé por qué. Pero eso se ha terminado, no quiero optar más entre la vida y la muerte. Voy a elegir y elijo morir, morir en manos del asesino viendo su rostro. Con eso me conformo.
Y no tardó en aparecer. Tuve al asesino cara a cara. Sus ropajes hechos jirones y su mano empuñando un cuchillo ensangrentado me miraban sin parpadeo alguno. Sus ojos mostraban odio contenido envuelto en una cúspide de miedo. Por una vez en mucho tiempo el pulso no me tembló y ésa fue la excusa perfecta para dar un paso al frente. Sin embargo algo murió en mi interior al contemplar su rostro. Frente a mí sólo estaba mi reflejo en el espejo.

Día 21
Me despido de la vida como un asesino que sólo veía lo que su mente quería.