Si en el mundo doscientas setenta y dos formas hay de decirte lo que
siento, siempre elijo la peor, así soy yo. Un chico tímido que se horroriza al
hablar, después de vivir junto a unos fantasmas toda su vida. Un alma herida por
las brechas que él mismo hacía. Heridas que no pueden abrirse más puesto que ya
hace tiempo que le dijiste que te ibas y fueron cicatrizando con las lágrimas
que de mis ojos caían.
Algo cambió dentro de mí, lo estoy sintiendo; y no es el fin. Tengo que
empezar a preocuparme por lo realmente importante. Ahora me toca decírtelo.
Mírame a los ojos y verás que no te miento. Doscientos setenta y dos formas
habían de decirte que lo siento, pero el tiempo pasó y el amor nos dejó. Los
fantasmas de la vida, los dolores de cabeza y los momentos de tristeza se fueron a tu lado envueltos en aquella caja, en mi
regalo.
Lástima que todo no quede
aquí. Doscientas setenta y dos razones encuentro para no dejarte ir. No quiero
engañarme, mi corazón has roto en pedazos y estoy llorando al saber que no
volverás para repararlo.