Ayer todo parecía encajar. Entre tú y yo logramos la perfecta
dualidad. Mi noche auguraba luces de esperanza que al fondo se alzaban llenas
todas. Sin embargo me diste la espalda sin aviso. Mi suerte había desaparecido,
y aquellos instantes de silencio que tanto miedo me dieron, regresaron en el
peor momento. Al final recibí mi merecido sin merecer castigo, aunque castigado
por mi ingenuidad palpé el suplicio.
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