Madre. Esta palabra sobrepasa todos
los límites de amor, ternura y entrega incondicional. Jamás en la vida
encontrarás un amor mayor ni más profundo o desinteresado que el de una madre.
Ella es la que te apoya, la que confía y cree en ti, aunque todo el
mundo deje de hacerlo. La que siempre te perdona, y deja que te equivoques de
vez en cuando para que aprendas de tus propios errores. Si bien se le desgarre
el alma al hacerlo y después deba llorar contigo. Porque ella siempre antepone
todo en su vida para que seas feliz.
Y aquí van las miles de veces que te pide explicaciones después de llegar tarde, o entrar con la cabeza gacha, si bien ella no las necesita, ya que con sólo mirarte sabe si estás abatido o radiante, si tienes problemas o todo te va de maravilla.
En estos momentos me
doy cuenta de lo importante que eres para mí y te doy las gracias por ser así, auténtica y única. Gracias por ser el pilar en el que se apoya mi vida,
la cuna donde empezaron a brotar mis sueños, la medicina que cura mis heridas y
la persona que me enseñó a vivir a mi manera.
Porque el primer paso dicen que es el más
importante. Aquél que di agarrado de tu mano, y al que seguro seguirán otros muchos a tu
lado en un futuro no demasiado lejano.