Deja a un lado los pedazos del corazón, la fe buscada y las caras perdidas.
Todo se ha convertido ahora en cosas que recordar, cuando apagas la luz y la
vida se enciende en tu cabeza. Justo en los momentos en los que no puedes
dormir porque tus ojos no tienen sueño. Justo esas noches en las que debes
descansar y reponer fuerzas. Y todo por culpa de esas arpías que
llegan sin avisar, ¡y cómo llegan! Sólo el diablo puede dar poder a tal
enmienda. Mas no sólo caen en cualquier instante, sino que además repiten noche
tras noche las mismas imágenes, las mismas personas, las mismas palabras, como
en un disco rayado que no para de dar vueltas en su gramófono.
Triunfa la noche y su madrugada, pero no el sueño que anhelabas sino
lágrimas que recorren tu cara de lado a lado por la mañana. Irritados tus ojos,
amanece un nuevo día. Curvas tus labios y les sonríes a las arpías, porque se han ido, ya se han ido de tu vista.
El espejo sin embargo continúa borroso al mostrar tu
rostro. Pero eso qué importa ya, cuando lo tengan que saber ya lo sabrán.